martes, 30 de junio de 2015

¿Cuánto vale nuestra información personal, nuestra privacidad?

Para cualquiera de nosotros la respuesta sería un valor muy alto. Tal vez no en dinero. Quiénes somos, el camino que hemos recorrido, lo que nos asusta, gusta o interesa; la gente que ha pasado por nuestras vidas, en fin, todo ello, es lo más valioso que tenemos. Y no nos pertenece exclusivamente. Lo hemos compartido. Regalado.
Mientras usted lee esta nota, un algoritmo de software en algún servidor en el mundo analiza su perfil. Sabe que usted comienza el día leyendo contenido de un blog como este o de un sitio de noticias, luego de visitar alguno de sus perfiles en redes sociales; que usó ciertas palabras al chatear, y que buscó un tema en especial que le permite, al ‘robot’, deducir qué viene en su vida, qué necesita. Y usted le dio permiso de husmear en su vida privada.

Lo dijo abiertamente Tim Cook, el presidente de la empresa de tecnología mas poderosa del planeta: “Algunas compañías (de internet) han construido sus negocios animando a sus usuarios a ser complacientes con el uso de su información personal. Están engullendo todo lo que puedan saber sobre ti y tratando de monetizarlo. La privacidad no es algo que tengas que intercambiar por algo que se supone es gratuito”, dijo a comienzos de junio. Y señaló a las autoridades de su país como cómplices de todo.
Sus palabras tienen destino preciso en sus competidores, pero no están para nada lejos de la verdad: hemos regalado nuestra identidad personal. Hemos hecho un trueque digital del que no podemos dar reversa.
Y no se trata de señalar a empresas puntualmente. Ni a las personas que trabajan en ellas. La problemática tiene un fondo mayor, un hecho no tratado, no revisado a tiempo, que a fuerza de ‘ser’, ser volvió ‘contrato’.
Es el acuerdo tácito que la humanidad aceptó en el subconsciente: recibo algo muy bueno, ‘gratis’, y debo ceder mi información.
Y es innegable que lo que recibimos a cambio de nuestra privacidad es poderoso y muy útil. Chat y llamadas, correos ilimitados, búsquedas en toda la información de internet, juegos, mapas, redes sociales para hacer comunidad con textos, fotos, videos y nuestros pensamientos, estados de ánimo, lo que estamos haciendo al segundo, dónde estamos parados, en fin. v
Lo malo es que no sabemos a ciencia cierta qué hacen con todo eso que somos. Y a nadie parece importarle. Ni siquiera a las autoridades. ¿O usted leyó el acuerdo de servicio al momento de crear su perfil en una red social, o sacar una cuenta de correo?
Y lo peor es lo que viene. Terminaremos abriéndole aún mas espacio a estos servicios web en nuestras vidas, de una manera inimaginablemente íntima: ya miden nuestra actividad física diaria, saben cuántas horas dormimos, qué profundo o no lo hacemos, si estamos preocupados por las calorías. Hasta nuestra actividad sexual están a punto de monitorear.
Una cosa es brindar nuestro nombre y correo a un servicio que sencillamente necesita identificarnos para ofrecernos información acorde a nuestra edad e intereses, y otra es abrirle la puerta al seguimiento detallado, segundo a segundo, de todo lo que hacemos en línea, lo que escribimos en nuestros correos, lo que buscamos en línea o lo que publicamos en nuestras redes sociales.
Hoy en día saben tanto de nosotros que la publicidad que nos ponen es muy certera. Mañana podrán, por ejemplo, cruzar el contenido del video que vi, con la búsqueda que hice, el correo que escribí, el recorrido que hice al trotar y la música que escuché, para saber perfectamente mi estado de ánimo. De ahí a deducir mi perfil sicológico no hay nada. Saber si estoy ‘entusado’, estresado, eufórico, molesto, etc. Y todo ello no será precisamente para ayudarme, sino para contárselo a un tercero interesado en venderme algo para cada estado de ánimo.
Pero no importa. Nada podemos hacer ya (en unos años este análisis será leído como una más de las millones de alertas que algunos hicimos sin efecto alguno. 
¿Qué opina usted de esto? ¿Cree que hemos perdido el control sobre nuestra privacidad y datos personales en internet? ¡Gracias por opinar!

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