miércoles, 1 de junio de 2011

Y me clonaron la tarjeta...

Para una persona como yo, que raya en la paranoia con el tema de la seguridad informática personal, este hecho produce una gran frustración. ¿Cómo fue? ¿En qué sitio? ¿Habré fallado?

No permito que otras personas usen mis tarjetas. No las desamparo. Es más, no las cargo conmigo, sino que permanecen en un lugar seguro, protegido físicamente en casa. Cuando las uso no las pierdo de vista, apenas el dependiente efectúa la transacción las pido de vuelta con insistencia casi grosera.

Desarrollé incluso una metodología para digitar las claves en los teclados de los datáfonos y cajeros a dos manos cubriendo todo el teclado (tengo manos bastante grandes) casi sin mover los dedos, para evitar que una cámara oculta o una persona cercana logre adivinar los cuatro dígitos. Prefiero caminar o manejar lo que sea, antes que usar un cajero callejero. Me gusta usar siempre los de almacenes de cadena o centros comerciales. Reviso los lectores de las tarjetas para ver que no hayan lectores dobles, etc.

Acá hay un video de cómo opera una de las modalidades de clonación y cómo, al tapar correctamente el teclado, las cosas no son tan fáciles para los ladrones:



Pero pese a todo esto soy una víctima más del robo y clonación de tarjetas de crédito en Colombia. Dos compras hechas en Medellín por un valor que prefiero no recordar, se hicieron a mis espaldas, sin mi permiso. Es más, fue el propio banco el que me llamó a informarme y a alertarme de este hecho. Bien por ellos. Ojalá el resto del proceso de reclamación y restitución de los dineros sea igual de diligente.

Ahora me encuentro en el proceso de denuncia ante las autoridades y siguiendo los protocolos internos del banco para determinar el origen del delito (es decir, cómo hicieron para clonarme la tarjeta). Los mantendré informados de los avances y el final de esta novela que muchos viven a diario y que hoy me tocó protagonizar a mi.

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