miércoles, 11 de julio de 2012

Mi historia de amor con Santafé


No soy de esos hinchas que tienen en claro fechas, nombres de jugadores, o de los que recita alineaciones exactas de la 'época dorada' del equipo. Pero soy santafereño. Diría que de los clásicos-ortodoxos. Y para ser ese tipo de hicha santafereño se deben cumplir varios elementos: sufrir con abnegación con los resultados. Buenos o malos pues, por lo general, Santafé logra sus victorias de manera sufrida, en los últimos minutos, cuando ya no quedan uñas y los músculos perineales ya no dan mas. El santafereño ortodoxo no maldice o insulta a la institución. Critica, como todos, a sus jugadores y técnicos, pero nunca irrespeta al equipo. Lo que se ama no se hiere.
El santafereño ortodoxo-clásico odia con devoción a millitos. Es un odio curado, constante, profundo, persistente, del bueno, como un buen whisky, añejo y muy fino.
También es un hincha que va al estadio sagradamente, que lo escucha por radio cuando va de visitante. En mi caso personal debo confesar que el estrés me invade de tal manera, me da taticardia, me cambia el genio, sufro de ansiedad previa al partido, que por salud (y gracias a un TV LED de 55 pulgadas y Directv HD) he optado por verlo desde la comodidad de mi casa de unos meses hacia acá.
El santafereño ortodoxo ha llorado por su equipo. De alegría pero sobretodo por impotencia y rabia. La última vez que lloré en el Campín fue por un 1-4 que nos propinó el DIM en un partido clave para entrar a cuadrangulares. ¡Qué falta de garra la de esos pechofríos en ese partido! (Otra palabra que el hincha ortodoxo-clásico apropia y comprende: garra). Lloré en 1996 cuando jugamos el paso a la final de la Conmebol frente al Vasco da Gama del 'animal' Edmundo. Nos fuimos a penales. Dudamel tapó al displicente brasileño el primer cobro, el estadio estalló en emoción, se apagaron las torres... volvió la luz, ganamos... mucha emoción junta. 
Finalmente, el hincha ortodoxo-clásico ha heredado de su padre la pasión por el rojo. A mi me tocó además hacer el curso como es, sufriendo. Pasé mi infancia y adolescencia en El Espinal, Tolima, por labores de mi padre. En esa década ochentera, nos tocaba ir a ver a Santafé a donde más cerca nos quedaba: el Murillo Toro.
Camiseta, gorra y banderín con la imagen de Monaguillo, el león mascota de mi equipo, eran parte del ritual que nos llevaba los domingos hasta la capital tolimense. Y no teníamos un mal equipo: Carpene, Navarro Montoya (sí, el arquero colombo argentino), Batato Castro, Astolfo Romero, Umaña (quien fuera técnico del equipo años después), el palmero Morales (pata de la buena), Gottardi Cuero y Teglia.



Lo malo es que del lado pijao estaba nada mas y nada menos que el glorioso 'kokoriko Tolima' con figurones del tamaño de Víctor Hugo del Río (goleador histórico de ese equipo) a quien vi jugar en 1984. Claro, nos devolvíamos la mayoría de las veces con varios goles en el recuerdo, además de las rechiflas y burlas de los hinchas pijaos antes, durante y después del partido.
"Esto es ser hincha de Santafé, sufrir", me decía mi papá, imagino que al verme la cara de desazón luego de cada partido.
Luego vinieron los 90, épocas muy bonitas, de Tren Valencia, Checho Angulo, Freddy Rincón, Cañoncito hijo, Acisclo, Mondragón, Tilger, Ruben Darío... años más tarde Leider Calimenio (oh oh oh!), el calvo Pérez, Copete, gente que ahora nos tiene soñando con acariciar una séptima estrella.
Escribo este post antes de esos resultados. No se cómo nos vaya a afectar si quedamos campeones. Lo que sí se es que mi amor por esta camiseta no va a cambiar, pase lo que pase. Gracias rojo de mi alma.

2 comentarios:

  1. Sí señor, gracias Rojo por enseñarme que los partidos se "sufren" hasta el último minuto y que los arqueros también hacen goles...

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  2. Jejejee gracias por comentar. A esta hora, empatamos en Pasto. Aún falta la mitad de la tarea! Volveremos...

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